Mujeres que viven su vida de un modo totalmente diferente al que nosotros lo hacemos, en esta sociedad moderna no lo podemos entender. Cambian su vida, su condición, su futuro a favor de su familia, de sus propias oportunidades…
Consideradas el tercer sexo, para mí son simplemente mujeres que por diferentes razones, principalmente ajenas a su persona, solo son mujeres por el sexo que se le advino en el momento de su concepción. Desarrollan una vida plena, exceptuando su sexualidad, como si fuesen realmente hombres. Mujeres que renunciaron a su sexualidad prometiendo castidad eterna por el mero hecho de conseguir los beneficios y consideración social que los hombres tienen en su cultura. Resaltar que no se trata de un proceso quirúrgico, el cual podría ser más comprensible para nuestra sociedad (que no para la de esos albaneses ya que se tratan de sociedades que viven en las montañas donde ni si quiera se considera la posibilidad de cambiarse de sexo mediante una operación), se trata de una transformación a la vista de las personas que rodean a estas vírgenes juradas.
Se las denomina Burrnesh, término que proviene del albanés Burré (Hombre) y aunque actualmente parece que sólo hay vírgenes juradas en Albania y Kosovo, en el pasado también se hallaban en Serbia y Montenegro. Se trata de una tradición que tiene su origen en el siglo XV aproximadamente.
Aunque pueda parecer extraño, o fuera de lo que en un primer momento podemos imaginar, la decisión optada por estas mujeres no tiene que ver con convicciones religiosas, algunas procesan la religión católica, otras la musulmana, sino que esta decisión va mucho más allá del poder espiritual que ejercen dichas corrientes. Tampoco se basa en un motivo político, sino que su fundamentación se encuentra en una ancestral tradición que tiene su cuna en las entrañas de las montañas albanesas y kosovares. El cambio de imagen (y de vida de estas mujeres) se basa en razones tales como el rechazo a un matrimonio de conveniencia, la inexistencia de un hombre en la familia que pueda heredar, la muerte de un varón en la familia del cual tendrán que ocupar su lugar, etc.
Curioso es el hecho de que estas mujeres/hombres están plenamente aceptados por la sociedad en la que desarrollan sus actividades masculinas (beneficio indiscutible del juramento de castidad) llegando incluso a considerarse un honor contar con una virgen jurada dentro de la familia.
Aunque como he dicho, parece imposible plantearse un hecho así en una sociedad moderna como la nuestra, realmente debemos plantearnos esta situación en otra cultura, menos avanzada (que no mejor o peor que la nuestra) donde la concepción de la vida de la mujer es totalmente opuesta, la mujer aparece como un ser sin derecho, sin voz, sin voto, donde no pueden más que soportar una vida de sumisión y abnegación a su marido, a su padre, a su hermano o a cualquier hombre que tenga cerca de ella, sobre la cual ejercerá su poder, sin que exista una limitación en su “superioridad”. Debemos plantearnos realmente si el hecho decidido, aunque a veces impuesto de estas mujeres, es o no una salida noble. Si bien es cierto que consiguen derechos que las mujeres no tienen en esa sociedad, también deben acarrear con las consecuencias de saberse hombre, donde el trabajo es más duro y más cruel que en cualquier otro lugar.
Dicen las vírgenes juradas, o al menos muchas de ellas, que son felices con la posición que ocupan en su sociedad y que no lo cambiarían por llevar la vida de cualquier mujer de ese lugar.
Realmente considero que tanto es dura la decisión de ser una virgen jurada en ese lugar, como así también considero que es duro decidir que quieres seguir siendo mujer. No podemos hacernos una idea desde nuestra cómoda situación de lo que empuja y conlleva a estas mujeres, muchas veces niñas a plantearse su futuro de este modo.